martes, 14 de abril de 2015

Córdoba





 




Autor: Tassilon-Stavros



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CÓRDOBA



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¡Ábreme sitio,... angostura transparente, calle clara, mensajera de las azoteas, donde el tiempo resbala en un coloquio enguirnaldado, y tu río participa del clamor de los caminos! Sendas que fraguan danzas pastorales sobre sus verdes suelos... !Oro de la Medina, blancor de Andrómeda desnuda, almena de sol y color del trigo! Relámpago de mil vestiduras donde las aves se arrullan entre la música del naranjo y se envuelven complacidas en el tapiz de sus nidos!



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¡Ábreme sitio,... cortinaje de gemas, jaspe que centellea en tu fortaleza de tesoros, azahar que nos inunda con su perfume tibio! Grato y magnífico gigante de arcos recios. Ciudadela de lámparas que aún proclama su tributo de evocaciones, articulado por la tupida frescura de sus ropajes orientales. Rompiente de torres sobre tus ribereños y verdosos fangales. Paisajes que granan buscando la vieja ruta de los acueductos. Túnica de mezquita consagrada, cuya disciplina eurítmica rindiera a maestros en el misterio de nuevos goces, y en la anchura doctrinaria que exaltara la devoción poética de los cultos.

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¡Ábreme sitio,... renovado capricho aromático, imperial nombre de sagrada Virgen del Oriente! Súbdita de la noche, tan poderosa para la tentación, que tras las rejas del secreto aún nos atrapa con sus curvas enjoyadas. Wādī de vestiduras blancas, pilastras de estucos y esmaltes, por el sol de los patios avivadas. Suprema púrpura de los arcos agarenos, fuente del rito, tejido tapiz de todos los cánticos...¡Córdoba, filamento de mil raíces, que, perdiéndose en la ceremonia de su origen, frente al cetro árabe guardara su nombre como diadema y atavío del  mosaico cautivo! ¡Córdoba de los bronces de Iberia, de la pompa ferial de los zocos y del obrador arrabal! Ave del mandamiento caravanero, y guardiana del reputado libro sapiencial.

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Manto azul del Profeta, patio cincelado con los ecos de la Hégira. Si yo me valiera del griego para hablar en el idioma de tus tiempos, policromo artesón de sabiduría donde se acomodan todos los acentos, serías mi oriental ciudad helenizada y yo tu hado de las noches... ¡Y tú, reina de este mundo, no preguntarías mi nombre o mi patria, porque te alzarías como rendida criatura, paloma de Athenea, más hermosa que Afrodita, cuya belleza naciera entre las refulgentes huellas de mis dioses!

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Diana de la floresta que así me arranca de mi Egeo del canto, de mi Nilo de papiros y de mi Romana loba de bronce, ¿quién eres?... ¡Contadme de Córdoba, la que yo nunca vi!... Y fue apareciendo:  ¡Rayab! ¡Sha’abán! ¡Ramadán!... recogiendo olores de su Guadalquivir, ribera trenzada de luces entre el balar alegre de los rebaños, y donde abrevaran las camellas de ubres tiernas junto a sus pastores del Islam... ¿Sería, pues, una diosa? ¿Una imploración de Alláh?...

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¡Contadme de Córdoba, la que yo nunca vi!... Voluptuosa visión venerada, entre los aduares de las caravanas. Isla dichosa frente al reposo de sus damascos marmóreos, y donde las llamaradas del cielo, sobre el misterio de la tierra, se abraza a los arrayanes, los granados, los laureles y el jazmín...

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¡Contadme de Córdoba, la que yo nunca vi!... ¿Sería una luna que siendo moza se recostara sobre el Guadalquivir? ¿Un salterio tañido por el viento cuya trova, con rumor de norias, cayera inmaculada sobre algún patio y su jardín?... ¡Y así seguiré pasando por las rutas de mis peregrinaciones, oración de exquisita mesura, águila de la promesa, templo consagrado de mi existir!... ¡Pero seguid contándome,.... contándome de Córdoba, la que yo nunca vi!...