miércoles, 25 de agosto de 2010

Inspiración huidiza




 
 
 
Autor: Tassilon-Stavros




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INSPIRACIÓN HUIDIZA


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Sombra de mis textos, mata indefinida de palabras que tantas veces buscaron su belleza. Intención estética que equivocó, tras los halagos, su pureza. Si llegas hasta mis sueños, en los que ronda, de los afanes, su mágico abanico, acoge el tránsito de mi sentir. Mis puertos tan íntimos y viejecitos, donde rebullen mis imágenes literarias. Son mis arrabales interiores y costaneros, la soledad enmascarada que impulsa la temeridad de mis escritos. Yo vago alarmado desde el tiempo receloso, porque me rehuyes, y tiendes lejanamente tus raíces, esas crónicas ansiadas donde la voz de mi mundo busca sus ritos. Fija tú de nuevo mi linaje, pon tu acento a mis desvaídas imágenes, dale contornos a mi perdida inmensidad. Aquélla que guarda tus esencias en el remolino de las letras joviales. Y que una vez otorgaron ese poder sugestivo a mi tiempo, filo de tempestades descriptivas que siempre juegan a engañarnos con su fugacidad.
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Soy andariego entre las letras. Si tú permaneces escondida, habré de incorporarme a ese horizonte lívido, sin atardeceres, donde se desgajan sin color los años marchitos. Mas, si vuelves hasta mis sueños, sombra de mi vocación, serás de nuevo el dulce descuido en mis largas rutas. Y si asomaras siempre, observarías mi domada obediencia, guía hambrienta que sueña todavía con el atajo de su inspiración. Y mi palabra, dolorosa aventurera que, arrebatada, siempre se siente morir, emergería de la piedra, como cría de águila, que, desde el borde de las rocas, tiembla y pide, hasta alzar el vuelo de su salvación. Adivinaré el tejido de tu corteza, donde me hundía como en la hierba, porque aún reservo para ti mis pisadas de intrigas. Lluvia y raíz enterrada en mi carne fría. Os dejé en tus parajes recelosos, bajo las estrellas; y en mi sueños arcaicos de papiro, juncos entre las ramblas de mis escritos, donde te guardo como una invocación de brujería.
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Trastornada fisonomía de mi blanda tierra evocadora. Islote donde duermo con el secreto miedoso de mis letras. Si tu verdad viva se asomara en lo hondo, sombra de mis exaltadas adivinanzas escritas, yo recobraría ese pasado espacio que una vez me perteneció. Porque cuando huiste, quedó inmaduro el fruto y su esencia, el estudio misterioso que yo degustaba en mi heredad callada. Y se desvanecieron mis estados reveladores del sentimiento, y de la memoria su encarnación. No dejes que me arrincone temeroso, sintiéndome morir en dolorido silencio porque no atiendes el reclamo epidémico que enferma mi palabra. Arráncame de la bruma inmóvil de mi sueño. Y en el retazo de la noche, como la forastera luna, talla en lumbre mi lengua, mi garganta. Y que brinque el eco, la asunción íntima del cronista que prolonga su emoción en el texto que labra.
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Sombra de mis reminiscencias, piel legendaria que articula las sutiles encarnaciones de nuestra sensibilidad. Soy tu criatura de locura mansa, el hijo ansioso al que concediste el adjetivo soñado, y libó en el conocimiento de los recuerdos escritos. Yo buscaba mis verdades en los trazos personales, donde quedaban suspendidos los secretos de mi fragilidad. Si tú me abandonas por mis miedos, he de quedar olvidado en la insignificancia enfermiza que arranca los anhelos de nuestra voluntad. Deja que vibre mi palabra, que mi sentir documentado halle su punto preciso y contenido. Te prometo mi descuidado goce, mi expresión impulsiva, la alianza que en la letra busca a su profeta. Ve delante inspiración, sumérgeme en el vuelo combo de tu espacio. En la terquedad miniaturizada y convaleciente del esfuerzo. Sé íntima, una gracia, un ademán sin trajín, una felicidad inocente que prolongue el motivo de mi tiempo de vasallaje. Sé mi proclama austera, el ecuestre ojo indagador que en el espejo llameante de los textos halla su diario; mi devorador astro de la noche, mi plenitud y mi muerte. Puerto de mis surcos, superficie azul de mi solitario anclaje.
 

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