martes, 20 de julio de 2010

Cautividad de la noche


 
 
 
 
 
Autor: Tassilon-Stavros




*************************************************************************************


CAUTIVIDAD DE LA NOCHE



*************************************************************************************
Cuando vienes en mi busca, te aspiro tembloroso... Noche sigue midiendo mi tiempo. No me apartes en vano de la luz de tus vigilias, porque en tus imágenes inmaculadas vuelco mis deseos impuros, por mi conciencia tantas veces repudiados. Cumple con tu promesa escondida. Tus soledades son mis realidades tranquilas, como si en ti aceptara la ingenuidad de tantos secretos velados. Amo tus arboladuras de velos blancos, la desposada huida de tus astros extraviados. Mi náusea permanece en el día. Y en tus estrellas busco la magia maliciosa que curte al hombre en una nueva profecía. Mis puertas, tiempo ha, se abrieron a las perdiciones del mundo. Vínculo de misterios azules, jugoso sembrado en el que me hundo. Son mórbidos mis ojos, y menos recelosa mi sensualidad, a la que no concedo mengua. Mudez de oscura ternura. Pupila ígnea que brota desnuda como de un baño. Mi suspiro de deseo corta de espuma mi lengua.

 

Noche de cañaverales, cuerpo que muerde el silencio. En la suntuosidad de tus blondas leo. ¡Engáñame! Abre el hábito de tu seno. Soy, de tu infancia lejana, aquella complacencia crédula sumida en el misterio de una voluptuosidad rehuida. Eterna criatura, por la brujería popular, poseída. Mas, mi carne de varón ya no sabe de inocencia. Frente a la nave que surca el mar de mi escritura, cronista soy de la enseñanza histórica que ahora se arremolina burlona en el trance dañino de mi vieja ciencia. Hoy tus lienzos vírgenes vestidos de blanco se enredan en mi boca. Y habrás de jurar sobre mis textos, saciar mis deseos, acosarme con la delicia de cuanto delirio el veneno de mis letras en ti provoca.
 


Cuando me pierdo en mi dolorosa tribulación de incertidumbre, busco tu nunca degenerada progenie estelar... Noche observa a tu diminuto huésped, porque tu ungüento de plata curte mi inflamación. Y sobre mi pozo convierto en desatino tu perpetúa palpitación. Ángel del ímpetu soy. Y solitaria palmera del amorío. La imaginería del hombre que odia sentir el filo del frío. Y cuando tú desciendes hasta mi hortal, aquél en el que humillo mi cuerpo, cría su musgo de mancebo mi brocal. Amuletos que brotan de mis trastornos cobijados. Promesas de ritos, de tributos creyentes, de refugios íntimos en el rescoldo terrenal de mis fuegos regocijados.
 

Noche de trémula lluvia sobre mi piel, ramaje tierno que tu vestimenta traza. En tus enjambres albos se enreda mi prosa lugareña. En tu adjetivo acústico mi velero barroco, donde navega la palabra de mi mano, la memoria loca que confirma mi linaje, y ese fuego nómada de mis ansiedades. ¡Tutéame! No hay meditación de castidad en mi refugio, tan sólo el pregón de mi alboroto, anécdotas de un escriba. Sed de simientes derretidas en tu tierra de luna, caracol deforme que recorre todas mis voluntades. Sorprender tu gloria es mi solaz agreste. Y es mi culto el que te devora, huyendo del loco pecado que el deseo roba. Y jura que de tu verdad revelada soy símbolo primitivo, tu hijo de loba.
 


Cuando me engaño creyéndote alta, lloro bajo tanta grandeza... Noche, no me arrincones olvidando que eres el yugo amado que refuerza mi tentación. Collar desbordado sobre los pechos del mundo. Pedernal destellante de mi crianza rural. Y hago del báculo radiante de tu custodia fermento de legitimación. Recibe mi gemido, que al loco desliz de los recuerdos ofrece su ironía. Pecado, tú que sobrecogiste la distancia de los tiempos, ya tu ponzoña no sermonea mis ensalmos. Y de tu lepra libo sabiduría.
 



Noche de exaltación, audacia sacrílega que hoy se estampa en el olor tibio de mi fascinación. Doncella de afilado mirar que arrancara mis llagas con la última campanada de la plegaria amenazante. ¡Envuélveme! Ornamento de otros dioses. Pasión que arranca, de los hombres, sus hieles. Cortinaje de ámbar, de turquesas y granates. Aliento de huerto renacido entre sus mieles. Y de una eternidad, revelada verdad. Soy, de tus pasiones, una vez relegados tus corredores de clausura, el realce aventurero. Y tu pordiosero nómada. Un hereje, entre tus estrellas, quemado vivo. Y de tus horizontes cegados por el universo, tu ensueño malicioso de hombre, el escorpión de tu pesebre, el fulgor lujurioso que en tu olímpica cuna quisiera permanecer cautivo.