martes, 8 de junio de 2010

Arqueología





Autor: Tassilon




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ARQUEOLOGÍA


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Arqueología, espumas y sangre, lengua de piedra, relumbre de agua oxidada. Círculo fantasmal de anhelos heroicos tras un descolorido y gigantesco friso de muertas imágenes. Temporales de enseñanzas, genética de pasiones, cuyos suspiros de piedra transportan memorias, asfixias y desconsuelos. Y el clavo negro entre las frondas guerreras del hierro. Es la historia que implora, que teje el pasado con grácil aderezo de diosa. Y añade al ensueño sus tronos perdidos, las bóvedas viejecitas que guardaran su inmortalidad conspiradora y sinuosa.
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Y bajo la caricia del sol, un oculto milagro de expiaciones. Prodigios que pasaron como suspiros en bocas marchitas. Doncellez presurosa del tiempo, veloz mensajero extraviado en una orfandad de tiniebla temerosa. Pedregal que nos arrastra entre una sed que no halla su agua. Precioso heraldo de astillada sien, hijo eterno que plañe por la madre muerta. Querencia que brota a empujones entre guaridas de roquedal y muestra su libro de arcilla, ornamento de lectura renovada, urdimbre de una escritura apologética.
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Rumor de osadías que, entre los escombros, luces liba e inunda el tiempo de clamores pregoneros, pechos encerrados que supieron de lloros, rezos y atormentadores acosos traicioneros. Flor de piedra antigua, néctar de un tejido de sensibilidad perdida. Origen de desbordadas mieles que nos atrae como a la abeja. Seductora mirada, documentación frondosa. Zarcillos de mármol que aún tiemblan. Estatuas desnudas. Huérfanas que, tras morir en soledad, lloran de nuevo y nos besan. Viejos jardines ocultos, ahora flameantes, que demandan nuevas promesas.
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Súplicas de locuras desesperadas. Calles, edificios, amores. Ciudad con una sola mirada, que muestra sus tribulaciones. Recintos pedregosos en el abandono pastoral que ocultara crueldades. Yeso entre las uñas que arañaran pinturas. Cortezas de argamasa, una vez paredes regias. Vínculos de oscuras voluntades entre pormenores y crónicas impuras. Y tras el reloj gregario de las multitudes, episodios viajeros, visiones exhaustas, trastornos de esclavitud, máscaras de encías abominables por entre visajes poseídos, convulsos y aventureros. Sabiduría de reyes, arrebatos perdidos en los horizontes donde fermentaran, de los hombres, cerrando sus paisajes, sus pilares de argollas, sus posos y hieles.
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Siglos hundidos por ríos que arrullaran pueblos. Cuando el nácar precioso de la arqueología abre su episódica soledad interior, retornan pasadas peregrinaciones, sus caravanas patriarcales. Una grandeza que estuvo sola. Una hora cautelosa. Un filo que hendiera gargantas. Un amor que maquinara escándalos entre el sonrojo denodado de su voluntad ardiente, fría e insidiosa. Ojos y congojas, regocijo y culpa, dioses y santos. Vuelven los horizontes cegados. Y del ímpetu y de la pasión sus redobles metálicos. De nuevo vela la historia. Y los amores escritos con su sangre. Penitencias que se marchitaran entre sueños amancebados.
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Arqueología, vetusta, nobiliaria, tapiz de aposentos hondos. Vestuario extinto que calafateara ventanas furtivas, y recogiera, empecinadamente, reniegos y milagros, ferias de cortinajes y ornamentos. Mastín de palacio murado entre los frescos. Letárgica imagen que, enceguecida por tenebrosa rabia, se suelta de su soga para mostrarnos la mocedad vanidosa, la prisa de los héroes, el fatalismo de los templos. Halagada devoción que rompe sus sombras. Manantial callado que ahora fluye sorprendido. Mata verde que resucita entre suelos sagrados. Altar humillado que aparenta no recoger episodios, y guarda su vida entre misteriosas fiebres perniciosas, sola detrás de nosotros. Dolor ilustre en el refocilo infernal del tiempo. Momificado escándalo de carnes entre sus siglos propicios. Manto calcinado. Losa rígida flagelada por ramaje yerto. Gusano espectral que se crece guardando un latido. Y que, devorado de amarillo, guarda terrores de criaturas, semejando estar muerto.

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