Río muerto

 

 

 

 

 

 

Autor: Tassilon-Stavros





 

 

 

 

 

 

 

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RÍO MUERTO


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Ya no corre el río por las espaldas remendadas de la noria.
Volatilizado el bálsamo de sus aguas.
Ya se perdieron los lienzos que en su orilla se lavaban.
Quietud y limpidez de otoño.
No te impacientes bóveda olorosa por salir al huerto,
y buscar la cuaja verde del fondo, donde los remolinos se hinchaban.
*

Y no tengo más remedio que llorar,
frente al espejo verde y contaminado.
Yo que tuve la creación intacta ante mis ojos,
cuando aún me quedaba infancia.
*

Ya no corre la alfombra cristalina que temblaba entre las lajas.
Panteón de piedras muertas.
Iba yo recordando tus contornos cuando te veía desde mi ventana.
Vacilante y erizado es el gañido del grajo,
aquél que entre columnas de caoba se miraba en sus espejos románticos,
bebiendo del agua dormida,
posado en tierra de troncos como el halcón en su alcándara.
*

Y no tengo más remedio que gritar,
ante el brasero humeante de los fabriles sahumerios.
Yo que siendo rapaz entre el barbecho tostado,
ligué mi gozo al rugir del agua,
sumergido en la poza frente a la enredadera de los cáñamos.
*

Tan lejos quedó mi río, tan muerto, que se internó en sí mismo.
Y los árboles, la tierra, el aire y el silencio, todo quedó en un olvido.
Si, ¡oh milagro!, de nuevo despertara jubiloso su terciopelo tirante,
ajado quedaría por lágrimas heladas.
Su pasado legítimo transido de mil puñales de plata,
sus orillas ensangrentadas.
Porque aquel vientecillo fino que le alborozaba los rizos,
se arremolina ahora en la hojarasca mortecina de las cunetas infestadas.
Campo que se ahoga entre vapores corrompidos.
Manto de azufre y fango que pudrió la rueda del molino.