viernes, 17 de julio de 2009

Estraperlismo y vandalicia





Autor: Tassilon-Stavros


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ESTRAPERLISMO Y VANDALICIA

(España años 40)


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-Pero ¿también el niño?...

-No te pongas así, mujer. Si a mi Paquito casi ni se le nota. ¿No ves lo canijo que está, la pobre criatura?

-Si, ¿pero y el piquito? ¿Has "pensao" en el piquito del niño? Éste larga más que la Regencia,... y cómo aparezcan los del tricornio.

-Pero, mujer, si con esa cara de pito a lo mejor hasta me le dan un pirulí.

-¿Un pirulí los del tricornio? Pero qué pedazo de burras sois las madres. Mira que es manía ésta de cargar con el niño a "toas" partes. ¡Tú es que te has creído que vamos de "soireé"! A ver si por culpa del papatundas este nos trincan a las dos, ¡y como el viajecito nos sale barato!- Traga saliva Consolación.

-¡Ay, Conso, hija!, si te vas a poner así, mejor me devuelves los dos duros.

-¡No me sofoques, Visi, ni me salgas ahora con los dos duros!- Se sobrepone Consolación para no mentarle el padre y la madre a su cuñada- ¡No te digo lo que hay! ¿No soy yo la que te pone el plato por delante? ¡A ver! ¿A quién le han "dao" el chivatazo del aceite sino a ésta que lo es? ¿Sabes tú las agonías que me ha costado averiguarlo? Lucida estarías tú y "toa" la parentela si no tuvieras más arrimo que las cuatro habichuelas que nos dan con el racionamiento.

-Bien lo sé, hija.

Visitación es un poco pavisosa, y siempre baja la vista con recato ante los bronquistas, como las tontas.

-Y si tú has conseguido los dos duros es porque una vez tan sólo le salió por derecho el trinque de los mecheros al almorranas de tu Roque.

-Pero, mujer, ¿es que también te vas a meter con su estreñimiento?- Se conduele Visitación, que es lo que les pasa a todas las lelas.

-¡Me meto con quien me da la gana!, porque si tú pones los dos duros, yo pongo tres, ¿estamos?, así que silencio, mucho silencio, y al sietemesino este...

-Sin abusar, Conso, hija.- Intenta rejonear Visitación como quien toma una copita de quina San Clemente.

-¡Qué abuso ni qué niño muerto!, que cómo al tresmesino... (baja el escalafón Conso)

-¿Otra vez, mujer?

-¡Pareces boba!, cómo si yo no lo conociera. Que no abra la boca, ¿eh?, que no abra la boca, que le suelto las carracas del Sábado Santo, y le dejo la cara de pito como para que no lo conozca ni San Pedro. Y pónmelo a hacer pipí en aquel árbol que éste se nos mea en el vagón, o, lo que es peor, se le suelta el vientre cuando anden por ahí los del tricornio.

-Pero si ya hizo sus cacas esta mañana.

-¿Y no "andó" de colitis "toa" la semana?... ¡Anda, niñato, que te podrías parecer al almorranas de tu padre!

-Ven Paquito, haz pipí aquí en el árbol.

Todos los niños son medio genios hasta los diez años. Por lo general se resisten a los agobios y ataduras de esa humanidad disparatada a la que tanto le gusta descalabrarse por esas tierras de Dios sin atreverse luego a pedirle cuentas al mundo. Paquito parece un escuchimizado pastueño, pero es bravito. Y sabe que la tía Conso le tiene rabia. Pero la culpa de todo la tiene la tonta de su madre. Paquito es difícil de clasificar entre esa variedad de criaturas que todavía viven la guerra del estómago. Tiene carita de niño muerto, pero embiste como un torito.

-Anda, Paquito, haz pipí.

-¡No me sale!

-¿Es que no tienes ganas?

Visitación es tan mamífera que por eso tiene la lógica de una nutria.

-¡Y yo qué sé!- Paquito bizquea, confuso y revuelto.

-Mira que después te vas a estar meando por "to" el camino.

-Pues me meo, ¡pero ahora no quiero!

-¡Míralo, oye,... ya empieza el niño!- Pronostica Consolación con la voz cada vez más alterada y temblorosa.

-¿Por qué no pruebas a ver si te sale?- Confía su madre en que se le estruje la vejiga al niño.

-¡Que no, reconcho, que no meo! (¡toma del frasco, Carrasco!)

-¡Ay, hijo!, mira que tengo que estar siempre encima de ti.

Hay niños muy crueles y muy déspotas.

-¡El muy cataplasma!... Si es como el "estreñío" de tu Roque. Éste se nos mea delante de los guardias civiles.

-No hay que ser tan mal pensadas, Conso.

-Mira, Paquito, prenda, (hace de tripas corazón Conso), o meas o...

-¿O qué, tía gorda? (Malo es que algunas criaturas no coman lo debido)

-Pero, ¿tú lo estás oyendo?

Visitación no le echa mucho teatro a las salidas de su Paquito.

-¡Mira tú!, aquí las dos riñendo porque a la lombriz esta...

-Se conoce que le da vergüenza, mujer.

-¡Éste no conoce la vergüenza! Pero la culpa la tengo yo, ¡y nadie más que yo!, por cargar con los dos.

-¿Vas a ser bueno en el tren, Paquito?

Al niño no le valen las esperanzadas previsiones maternas, bastante tiene ahora con hurgarse la nariz hasta el fondo. Y cuando su madre no lo mira, le saca la lengua a la tía Conso:

-¡Asquerosa! ¡Besuga!

-Pero ¿es que no lo ves? Me está sacando la lengua, y encima me pone de vuelta y media... ¡Mira papatundas, te voy a soltar...!- Echa lumbre por los ojos Consolación.

-¡Qué me vas a soltar, tía guarra!

Conso anda ya medio histérica.

-¡Si ya te lo dije yo!

-Vamos a ver, Paquito, ¿tú por qué le tienes tanta rabia a tu tía Conso?

Paquito alza los hombros.

-Prométeme que vas a ser bueno en el tren... Saca la lengua para darte rabia, mujer. ¡Mira que no te llevamos!

-¡A buenas horas mangas verdes!

-Inténtalo, hijo, pórtate bien,... aunque no quieras hacer el pipí ahora.

-¡Esta semana ya me he "portao" bien! (A los niños medio muertos de hambre no hay quién los entienda)

-Bueno, ¿qué hacemos, Conso?...

-Pues, llevárnoslo, ¡so camama! Ahora, que cómo le dé al acordeón en el viaje, lo deslomo, por muy hijo tuyo que sea.

Todo es entrar en la estación y empezar el tiempo a ponerse malo.

-Hija, lo que nos faltaba, ¡y con este frío! (tiritando) Y mi Paquito que es como un gorrión. Fíjate que ni paraguas hemos cogido- Se ve perdida Visitación.

-¡Alma de cántaro! Para paraguas estamos las dos..., con todo lo que tenemos que llenar. Tú cuida de que éste no se mee, y menos que se le afloje el fuelle. ¡Y no me abesugues más el día, que por dos cochinos duros! Y si llueve, que llueva. A mí el que me da miedo es el Sardanápalo este. ¡Míralo, ya está dando brincos! ¡Que se te escurre, mujer!...

-Hay que arrimarle un poco la paciencia, Conso.

-¡Que más quisiera! ¡Ya se subió al vagón, el muy zascandil!

-Es que mi Paquito ha "nacío" "pa" viajero.

-¿El cañamón ese?- Replica con ironía Conso- ¡Pues mira que bien!

-Tú es que lo tienes algo "atravesao", Conso, reconócelo.

-¿Algo? ¡Hasta aquí lo tengo!- Se señala más allá del gañote Conso.

Ya sabemos que Paquito no es neutro, que es poco espantadizo, y que con las ventolinas que gasta trae a todo el vecindario a mal traer. Es medio volatinero y medio mulo. Ahora anda por debajo del asiento de madera y sigue bizqueando a través de las junturas.

-Pero, ¿tú al niño (¡sal de ahí pedazo de animal!) por qué no lo has "dejao" con sus abuelos?- Tuerce el gesto Conso.

-¿Con Gertrudis, tu suegra?...

-Si ya lo dice tu hermano, que tu cabeza es como un buñuelo lleno de viento. ¡Qué poco lustre, so pisahormigas! ¿Con quién va a ser? ¡Con tu madre! ¿O es que tu madre no es mi suegra?

El cochino mundo está repleto de lamentables viviencias. Y Paquito es de los que no pasan de la "o" con un canuto en cuanto a conducta.

-La abuela Gertrudis es una puta.

-¡¡Niño!! Pero, ¿tú lo estás oyendo y no le sueltas un cate, so lela?

-Todos mis amigos dicen que se lo monta con Rafa, el de las alpargatas, que es otro viejo como ella, y que el abuelo Rufino tiene más cuernos que el toro que mató a Manolete, y que por eso siempre me está zurrando.

-Pero, ¿tú al pan "pringao" este qué le das de comer? ¿Lengua? ¡Menudo golfo! ¿Qué sabrás tú de cuernos, so canijo? Que eso es lo que eres, ¡un canijo y un "enteraíllo"!

-Pero, lo peor de todo, es que es verdad, Conso.- Le da facilidades Visi.

-¡Mira cómo espabilas cuando quieres! Bien enterada estás. ¡Y tan fresca!

-¡Ay, hija, yo ya tengo bastante con lo que tengo!

-Pero no puedes dejar que el metomentodo de tu niño siga largando todo lo que larga. Acuérdate (baja la voz Conso) que cuando tu padre se fue de la lengua con lo del escondite de tu hermano, al gazuza sietemesino este ("¡tía botija!", le pone otra banderilla la lombriz que sigue debajo de la ampulosa posadera de Conso) sólo le faltó meterse a reportero. Hasta los del tricornio aparecieron por casa. Y si me le trincan al pobre Nacho, aún estaría echando la barba en Carabanchel... Lo jorobante, ¡qué puño!, es que no sé todavía cómo pudo enterarse en muy mequetrefe de tu niño. Bueno, no es tan difícil imaginárselo, porque tu Roque también es de los que no dejan que le huela el aliento si antes no larga por el gañote hasta encontrarse con la sinhueso. El caso es que estuvo en un tris de dejarme viuda, y no veas tú cómo me las vi y me las deseé para encontrar otro agujero donde meter a tu hermano.

El ligero retraso mamífero de Visi se nota, como si dijésemos, en que siempre acaba saliéndose por la tangente:

-Oye, Conso, ¿y a mí de qué me suena que hay retretes en estos trenes?

-¿Retretes en esta cafetera? Pero ¿tú te has creído que esto es el "Orienespres" ese? ¡Nos ha "jeringao" la "Irenedune" esta! ¡Aquí o te meas encima o revientas!... ¡Y tú sanguijuela!, ¿quieres estarte quieto de una vez? ¡Anda, chica, que como para pordiosear con el Iscariote este!

-Vente, Paquito, que hace mucho frío, y aquí con la mantita te calentamos tu tía y yo.

-¡¡No me da la gana!!

Hay niños que, a lo mejor, van para mártires, lo que para una tía como Conso puede ser una ventaja.

-Déjate de mantas, que el cafre este es capaz de comérsela, y ya sabes tú todo lo que hay que tapar con ellas. ¡Hala, hala, y que te dé el aire, niñato!

-Pero, mujer...

Las dos insensatas de Visi y Conso no tienen otra manera de entretener el tiempo: "Que si claro", la primera, "Que si turbio", la segunda. Luego se miran la aspereza de sus manos, notan la fatiga de sus resuellos, olvidadas o perdidas en aquella colmena ruidosa y ahumada de los vagones. El bullicio del laberinto es fecundo y Paquito sigue rastreando enaguas. Hace mucho frío. Hay un paisaje encharcado, y campesinos o pueblerinos de buena voluntad que corren con sacos en la cabeza. De vez en cuando se ve algún burro. La locomotora sigue chorreando agua y fuego a la vez. ¡Aire, aire a las ruedas! El revisor no se hace esperar.

-¡¡Chicaaa, la manta, que se ven los odres!!- Incordia Conso.

Y Visi, en su modestia mameluca, ejercita la perplejidad sistemática. El revisor, una vez cuestionado por Conso el apremio de las distancias, cita los pueblos con ese nuevo español del porvenir:

-¿A ver?... Pontejo del Arzobispo, luego Santa Dorotea la Llagada, le siguen San Toribio de Pozoviejo y Portón de Hueso Santo,... Sangüesa del Cristo Crucificado, Murciego de Getsemaní, Torreclarisa de las Yemas, y, por fin, Castroviejo de los Mártires.

-¡Ése!- Afirma Conso con la profundísima convicción de una estraperlista en agraz.

-¡Huy, qué catecismo, hija!- Fantasea Visi, y se aclueca en su corrida:- Anda que si lo oyera tu Nacho, con lo rojillo que es.

-¡Qué chistas ahí, so acémila!

-¡El tío Nacho es un rojo!- Propala Paquito las escasas aptitudes familiares para lanzarse a la "vita beata"

-¡Lo ves, so borrega!- Pega un bote Conso- ¡Tú sigue pitando y dale más cañamones al garatusas este!

-¡Ay, Conso, hija!

Al revisor las errantes faunas republicanas se la traen al pairo tanto como las Guerras Púnicas.

-Pero el niño, ¿tiene billete?...

-¿Ah, pero mi Paquito paga?

Visi, fuera de las labores propias de su sexo, contribuye con su cerebro de adoquín al estudio de la zoología.

-Pero ¿no ve usted que no es más que un canijo de cinco años? Si está "pa" reclamar sus restos.

-¡Ven aquí, riquín!- Exclama con hipócrita ternura Conso, por disimular y va que arde.

-¡No quiero, tía bigotes!

El revisor, que ya está hasta el gorro del estiércol tibio que flota en el aire de posguerra, decide no encarnizarse con aquellas pobres infelices, y las deja en paz.

En Castroviejo de los Mártires, con el aguacero que se les echa encima, se quedan como tres cromos desmirriados de Santos Funerarios. Pero consiguen el aceite como caribes furiosas que, para alargar sus cinco duros, cazan a salto de mata. ¡De aquí para allá, y de allá para aquí! Visi sigue con sus curiosas costumbres mamíferas: es una pardilla fácil de desplumar. Pero Conso, que araña con el feo hábito de las panteras, se agencia un par de quesos y un chorizamen.

El gorrión, con sus plumitas chorreantes y su piquito canario, grazna que quiere jamón.

-¡Anda y que te zurzan, so mamarracho!

-¡Pues, ahora me meo encima!

-¡Ay, Conso, hija, que éste me coge hoy una pulmonía.

Los dos odres, repletos, pesan como cincuenta arrobas. ¡Cómo jeringa la vandalicia! Y al papatundas de Paquito se le va poniendo cara de raposo tras aquella excursión por el instructivo campo de las industrias estraperlistas. En las estaciones de pueblo, y ponemos por caso este de Castroviejo de los Mártires, la gente anda completamente pollina de geografía paisajística. Y más si se te echa encima el cántaro de los cielos. El tren reaparece con la atardecida; pasan más burros, los palos del telégrafo, el follaje copudo, y, por fin, la oscuridad.

-¡Qué hambre tengo, Conso!

-Pues, aguanta, chica.

-Eso es lo que tú quieres "pa" no soltar el queso.

-¡Ojo!...

Aparecen los del tricornio, tan funerarios, tan guapotes...

-¿Y Paquito?...

Hay niños gordos y tontos que duermen aunque coman yerba, como los rumiantes; y niños delgados, listos, que bizquean, y no duermen aunque coman chorizo.

-¿Y esas mantas?

La del tricornio es una fauna presuntuosa que transita en solitario. En los trenes trotan a sus anchas, y opositan con entusiasmo en la necedad.

-¿Y qué quieren con este frío?- Aduce Conso.

-¡Ah, ya! Pero, aquí huele muy mal, señoras. Tira "pa" "lante" Pepe, que la peste es atroz...

-¡Huy, hija, nos hemos "librao"!

-Pero, ¿y esta peste?...

El animalito beligerante de Paquito se ha ido patas abajo entre las mantas: el chorizamen y el aceite papeados lo han puesto de pantalón largo.