viernes, 17 de abril de 2009

El Eremita VIII






Autor: Tassilon



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EL EREMITA VIII


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Hoy, dioses propicios del Egeo, soy un vagabundo. Un vagabundo más de los muchos que, a no dudarlo, pueblan nuestro mundo. Oración sin divinidades, hora muerta en el templo desolado de otros mares. Enfermo de casa oscura, que tiembla en la heredad de su fosa, donde todo quedó callado. Asunción tierna de calvario. Siempre silencio en mi playa sin choza. Arenas perdidas. Mi camino es muladar. Lumbre inmóvil de mendigo, que escarba y tiembla como águila extraviada del nidal.


Forastero entre osamentas vegetales, ¡ay de aquellas riberas, de aquellas brisas, que ungieran mi voluntad! Oleajes soleados, garzo carro atronador. ¡Cuántas noches oí tus cantos! Lírica de un recuerdo, que se rompe entre esa oscuridad, ahora antigua y marchita, como olas de un mar extraño. Carne sin resurrección, obligada a fenecer por el afán voluble de otros dioses, bajo mi luna griega de eremita.

Exhibe mi movilidad la angustia impasible del tullido. Me lanzo tras tus huellas, desorientado. Y yerro siempre. Yerro siempre entre senderos y atajos de pilares rotos. Y aunque mi esperanza, esa llama que tú encendiste en mí, no muere, temo a mi cansancio, paso desnudo en cada confín inmediato. Pesquisas con muros derruidos, yo que nadé en tus aguas, festín pulimentado y mesiánico, cielo estrellado y recogido.


Pregunta si quieres saber de mí, sombra de mis llantos. Pregunta a las tolvaneras de los senderos, que saben de mi caminar equívoco, temblor perdido entre recovecos, y en cuyas túnicas rasposas tantas veces mis ropajes de hombre se vieron envueltos. Lágrimas de mis decepciones, candiles encendidos que enredan en el arca de mis alboradas amenazantes. Libélulas escarchadas que rehuyen tus ventanales de estrellas, cuando tú no apareces en mis horizontes.

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