sábado, 26 de enero de 2008

Reflejos en un ojo dorado

Autor: Carson McCullers


 "Un puesto militar en tiempos de paz es un lugar monótono ... Hay en el Sur un fuerte donde, hace pocos años, se cometió un asesinato. Los participantes en esta tragedia fueron: dos oficiales, un soldado, dos mujeres, un filipino y un caballo" ... Frases que parecen crear un censo fantasmal. Como estampadas en el silencio de un sepulcro, y con las que se sugiere que toda una prosa perturbadora va a planear sobre la superficie de una novela, provocativa y dura, que se aplicará en reproducir las delicadas relaciones de un sexteto de personajes que no obviarán las honduras más interesantes y escabrosas de ciertas idiosincrasias norteamericanas.


 
Sutil misterio que oculta el mundo enclaustrado de unos seres que todavía no conocemos, y que vivirán sumidos en un clima de letargo, batallando entre pasiones, (que he de encubrir), hasta que sobre ellos se tienda la sombra de un crimen. En Carson McCullers no triunfará el orfebre capaz de entregarse a las refinadas poses de la buena caligrafía. Lo importante es vivir la historia, una escritura capaz de encumbrar la trivialidad y recordar al pueblo ciertas miserias disimuladas. Los hechos darán preferencia a los sentimientos y las sensaciones más abruptas de la prosa (pese a que el título, bellísimo reclamo publicitario, parece arrancado de un mundo de cuento) de esta gran mujer, autodidacta, inteligentísima, que ya con su segunda novela, a los 24 años, se vio atrapada entre el éxito y el rencor encubierto de un esposo esquizoide, Reeves McCullers, que siempre deseó ser el escritor que su mujer en realidad fue. (Se suicidaría en 1953 con barbitúricos).



 
A Carson (que fue comparada con William Faulkner, y para muchos superior) se le reprocha un gusto retorcido por cuanto resulta anormal y deforme. Algunos lectores se indignan por su afición desmedida hacia la perversidad. Hay una despiadada audacia en los aspectos más morbosos del libro, impropios de su juventud. Aunque siempre enfrentada a los problemas morales de quienes se sienten perturbados por su obra, Carson antepone que la Naturaleza jamás es anormal, por tanto la acusación de morbosidad no es justificable. Su más proverbial lamentación se basó en: ¿Qué es lo normal en Literatura? La escasa elaboración de sus obras será duramente criticada. Pero todo lector avisado guardará un recuerdo imborrable de ella. Entre sus párrafos laten las historias más originales y desasosegantes escritas en los EEUU.



 

Juraba McCullers: Para la revelación de una novela que pueda ser capaz de subyugar, preciso de ciertos chispazos, que, tras larguísimos tanteos, acaben bendiciendo mi trabajo de escritora. En 1941 algunos críticos aconsejan que se olvide este libro, por su provocación y dureza. Tennessee Williams, su gran admirador, sugirió: Es obra concebida con ese negro fundamento del sentido del espanto. Amenazada por miembros del Ku Klux Kan como amiga de los negros y "tortillera" fue conminada a abandonar Columbus, su ciudad natal.
 


... Esta historia invadió mi vida. Reeves le había hablado de un soldado mirón de Fort Bragg, cuartel monótono cercano a su vivienda en Fayetteville. Y la idea del voyeur desembocó en este genial microcosmos de tensiones. Con 50 años, tras 47 días en coma, muere en Nyack de un ataque cerebral el 29 de septiembre de 1967. 



La magnífica versión cinematográfica de John Huston, con Marlon Brando y Elizabeth Taylor,  se estrena también en 1967, el 11 de Octubre. El film provoca el mismo escándalo que 26 años antes provocara la novela. Pero Carson se salvó: los bienpensantes no cesarán de perseguirla. Pero su lúcida libertad continuará perturbándoles.

 







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